jueves, 25 de marzo de 2010

Quien quiere ser normal



martes, octubre 02, 2007
Quién quiere ser normal
En este mundo globalizado resulta cada vez más difícil cultivar la capacidad de asombro frente a los otros, frente a lo otro, pero en especial, respecto a nosotros mismos.

Nadie detiene su rutina, nadie mira, nadie ve más allá porque todo es normal, porque todo es lo mismo. Cada quien sigue su plan diario de micro, de trabajo, de consumo, de caminar y comprar el pan, de dormir y comenzar otra vez.

Todo es igual hasta que algo o alguien rompe el patrón. Un accidente, un vagabundo que grita, una mujer que es hombre o un hombre que es mujer, alguien muy lindo, alguien muy feo, alguien muy negro, alguien muy blanco, alguien muy bajo, alguien muy alto, alguien muy gordo, alguien muy flaco.

Es el contexto lo que define qué es normal, qué no lo es.

Pensé en todo esto mientras veía la película “Fur: Un retrato imaginario de Diane Arbus”. No es una biografía, sino que a través de una ficción poética la cinta busca exponer las motivaciones que guiaron la obra de esta fotógrafa estadounidense durante la posguerra. Se trata de una de las artistas más importantes del siglo XX, pues mediante su trabajo cuestionó las ideas convencionales sobre belleza y fealdad, utilizando técnicas novedosas y temas radicales.

Su meta no era impactar por impactar sino que, encajada a la fuerza en una normalidad aparente durante toda su vida, Diane buscó descuadrarse retratando lo que realmente la atraía y, para ello, aceptó su gusto por el miedo que la hacía sentir lo desconocido y lo inusual.

Más allá de su apariencia bizarra, se trata de una cinta llena de emoción y simbolismos, que entrega la llave para abrir las múltiples puertas de esta mujer que logró encontrar la belleza en las cosas raras, cuestionando la normalidad y los patrones morales y estéticos de su época, muchos de los cuales aún nos rodean.

Una vez más, me encuentro admirando la valentía de quienes se atreven a ser; una vez más, puedo gritar que yo tampoco soy normal y –llave en mano- me dispongo a abrir las puertas de mis calles, de mis ojos, de mis fantasías.

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